domingo, 7 de marzo de 2010

Un santiagueño universal



La palabra compromiso en primer lugar.
Ginés González García* 

A la hora de evocar la figura del doctor Ramón Carrillo es imposible no poner en primer lugar la palabra compromiso: fue un hombre que toda su vida honró sus ideales y, sobre todo, fue un hombre comprometido con la vida. 
No se puede pensar su figura desde una posición rígida, ni desde una evocación cerrada. Su recuerdo debe construirse a través de la enorme dimensión de su obra y de su pensamiento.
A mi modo de ver, con Carrillo se da un caso particular: su fervor y su talento lo llevaron por un camino muy diferente al que había imaginado. Ramón, un muchacho de clase media que llega a Buenos Aires desde su Santiago del Estero natal, triunfa en base a su inteligencia y a su pasión. 
La pasión desmesurada por todo lo que hacía lo llevó a conseguir la medalla de oro en la escuela secundaria y a graduarse como médico con medalla de oro. 
A la pasión que le ponía a la neurocirugía, comenzó a sumarle otra: la del sanitarismo.
Muchas veces me pregunté qué fue lo que lo llevó a trabajar en él y a predicarlo, habiéndose especializado previamente en una disciplina que, como la neurocirugía, poco y nada tenía que ver con la "medicina social" que comenzaba a aparecer en la Argentina.
Tal vez fue la llama inicial de su pasión política la que lo llevó a lanzarse a ese desafío. 
También me pregunto qué tipo de transformación habrá generado el peronismo en Carrillo. Era un médico refinado y muy reconocido, por eso me cuesta imaginar cómo se habrá producido en él semejante transformación para abrazar esta causa con tanta pasión.
Rápidamente abandonó el curso habitual de su carrera, y a partir de un pensamiento global entendió que "a grandes problemas, grandes remedios". Esa frase fue el norte de todo su modelo revolucionario, el que cambió la historia de la salud pública en la Argentina.
En rigor de verdad, hubo un antes y un después de Carrillo en la salud pública nacional. Quedó reflejado en las obras, en la estructura hospitalaria y en la infraestructura sanitaria que logró el país en un período increíblemente corto. Aquellos fueron los anos mágicos de Ramón, que coincidieron en el tiempo con los de Eva Perón. Dos figuras que dieron hasta lo que no tenían por sus pasiones y por sus ideales.
Todos los que intentamos algún tipo de actividad pública tenemos la idea de transformar la historia. Muy pocas personas lo logran realmente. Carrillo lo consiguió: hay un antes y un después de él que está marcado a fuego en la historia de la salud pública argentina.
Su modelo de expansión estuvo lejos de ser improvisado. Partió de un complejo plan: buscó y consiguió modelar y modernizar el sistema y estructurar a partir da allí un nuevo diseño que se adecuara al clima y a las características de cada región. Así son todavía muchos de los hospitales de la Argentina. 
Otra de las preguntas que me hice fue cómo era el Ministerio de Salud en aquella época. Me decían que existía una mística, que todos se quedaban trabajando hasta tarde, porque Carrillo estaba todo el día. No había horarios, comían y seguían trabajando. Se trabajaba y se hacía. Se trabajaba porque se hacía.
 A veces me pregunto cómo deberíamos hacer para reproducir su historia. No para utilizar la misma receta, sino para volver a pensar desde la prepotencia de la acción.
Muchas ideas de ese entonces pueden ser recuperadas, pues aún nos siguen impulsando. Por ejemplo, a muchos nos quedó grabada la idea de que los hospitales públicos eran los mejores.
Es una idea que se la debemos a los años mágicos de Carrillo.  Y es un compromiso que todos debemos asumir para honrar ese tiempo y nuestro futuro.
* Ex ministro de Salud y actual embajador en Chile.

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